En los grandes vinos los pequeños detalles son los que lo hacen magnífico y único.
El corcho resulta fundamental para la crianza de los vinos embotellados.
No solo supone una barrera física, sino también impide la oxidación y envejecimiento prematuro del vino.
A primera vista parece que su conjugación en la botella no cobra un sentido clave en el vino, pero es todo lo contrario.
Cuando hablamos de impedir la entrada de aire a nuestra obra, también debemos hablar de la micro-oxigenación, una forma de crianza del vino que se realiza con la pequeña entrada de aire a la botella.
La delicadeza con las que las manos eligen cada corcho hace que todo el conjunto sea una obra tallada a mano.
Además, el corcho se erige como símbolo de tradición y prestigio en la esfera vinícola. A lo largo de siglos, ha sido el designio inmutable para sellar las botellas de vino. Su uso ancestral se entrelaza con la imagen de calidad y refinamiento, ya que el corcho evoca la elegancia suprema. La extracción ceremonial de un corcho se convierte en un preludio simbólico que precede a la sublime degustación de un vino excepcional.
Un corcho compuesto por 80% aire hace que este vino, sea EL VINO.